
De acuerdo con esta cultura, se muere dos veces. La primera vez se desaparece físicamente, y el alma sigue viviendo en Jepirra, una zona intermedia entre la vida y la eternidad. En la segunda muerte, siete años después, se hace un velorio donde se exhuman los restos y se colocan en su sitio final. El luto dura cinco días y los restos se colocan en un recipiente de barro para que el alma emprenda su viaje por el cosmos. Esta segunda vigilia constituye un acontecimiento propiciador para que los representantes de los linajes se reúnan y subsanen diferencias.
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