Según la leyenda, María Lionza era una hermosa india del estado occidental de Yaracuy, de Venezuela, de ojos verdes, piel blanca y poderes sobrenaturales. Algunos creen que descendía de una princesa india y un conquistador español, simbolizando la mezcla de razas característica del país
Varios miles de devotos viajan para venerar a una mítica diosa indígena en las montañas donde habría estado su hogar
Los seguidores del culto a María Lionza, cuyas referencias datan de hace más de 500 años, cruzan campos de caña de azúcar hasta un río cercano a las montañas de Sorte, localizada a unos 290 kilómetros al occidente de Caracas, para llevar a cabo los rituales en la noche, en honor de la diosa, pedir su protección o agradecerle por curar sus afecciones.
Otros que no pueden hacer la larga peregrinación a las montañas a menudo hacen un viaje más corto: Cruzan la autopista Francisco Fajardo una de las más transitada de Caracas.
El culto, que es seguido por miles de personas de todos los estratos sociales, es una mezcla de indigenismo, espiritismo, afroamericanismo y catolicismo.
Muchos de sus seguidores emprenden el viaje el 12 de octubre, aniversario del Descubrimiento de América, pero otros rituales menores se celebran a lo largo del año.
Flores, velas, licor o monedas son comúnmente dejadas como ofrenda.
La escultura de María Lionza, que data de 1951. En el año 1953 el dictador Marcos Pérez Jiménez, quien era devoto de la diosa, ordenó instalarla sobre un pedestal 4,5 metros de alto en medio de la principal autopista de Caracas, la llamada autopista Francisco Fajardo, lugar considerado por sus devotos como el centro energético de la ciudad.
El dictador, que promovió activamente el establecimiento de santos patrones en toda Venezuela, esperaba legitimar su gobierno con la imagen de la diosa, que levanta la pelvis al cielo, montada en un tapir, en cuyas patas del mamífero se enrosca una serpiente.