Wanadi y Semenia, dioses sabios y hacedores, que ante la hambruna y la imposibilidad que tenían los Makiritares de alcanzar la comida, que decían estaba en la copa del gigantesco árbol Marahuaka; para responder a las rogaciones que les hacían los Makiritares, mandaron a la ardilla Kad’io a cortar las ramas del Marahuaka y fué cuando se sintió un terremoto, una hecatombe, un diluviar mítico y una gran cantidad de agua inimaginable se desparramó, inundando y fertilizando estas tierras.
Así nacieron nuestros dos grandes ríos el Orinoco y el Caroní y otros, y otros.
Y desde entonces el Caroní con sus aguas desenfrenadas, encabritadas y locas, viene soltando torrenteras, haciendo remolinos y piruetas de nunca acabar, lloviznando rocas, árboles y pájaros y a nosotros, cuando nos le acercamos en el parque.
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