PORORU

Un día había una fiesta allá arriba, en casa de Dios. Ya se veían por ahí todos esos animales que iban para el cielo: los zamuros, los dueños de las nubes. Pororu se moría de las ganas de ir a la fiesta, porque le gustaba cantar y cantar hasta ponerse ronco. Pero no hallaba cómo ir, porque había que subir volando, hasta las nubes, donde queda la casa de Dios.
"Ay, quién pudiera ir", se dijo Pororu, "pero yo con mis saltos no llego ni a la altura de un moriche". Entonces uno de los zamuros soltó su cuatro y lo puso en la tierra. Pororu no perdió tiempo y, sin que nadie lo viera, de un solo brinco fue y se metió por el hueco del cuatro, y se quedó ahí adentro, esperando que los zamuros alzaran vuelo.
Después los zamuros se fueron para arriba, llegaron a la casa de Dios y empezó la fiesta. Entonces Pororu salió dando un salto desde el cuatro. ¿Cómo viniste?-le preguntaron los zamuros - Como ustedes, volando
Luego comenzó a cantar mejor que los demás, Y mientras más cantaba el sapo mas bebía kashiri, la bebida de yuca fermentada de tanto beber, Pororu se emborrachó, y no supo más nada. La fiesta se terminó y los zamuros bajaron. Se dejaron caer al vacío azul con las alas abiertas y fueron planeando, haciendo círculos, hacia abajo
El sapo se despertó allá, solito, con miedo y frío. No hallaba cómo bajarse del cielo sin la ayuda de los zamuros, viendo que no le quedaba más que hacer, se soltó. Así fue cayendo y cayendo, atravesando el aire y las nubes, desde el cielo a la tierra. y cuando caía, del susto que tenía, la leche que guardan los sapos en su piel se le fue saliendo y fue quedando regada por el cielo. Las manchas de leche que Pororu dejó en el cielo todavía pueden verse: son las estrellas de la Vía Láctea, que por eso se llama el Camino de Pororu.