Al principio las leyendas
indígenas sobre monstruos voladores pudieran haber tenido su origen en algún
Pterosauro trasnochado en el tiempo. Algo así como el Tupuxuara o el Anhanguera
de cinco metros de envergadura que fueron excavados recientemente en Araripe,
Brasil y que habrían podido anidar en las cuevas de los tepuyes que estuvieron
abiertas al aire desde siempre, es decir, desde mucho antes de que ocurriera el
letal impacto del meteorito que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de
años.
Pero ahora se piensa que quizás en esta región
pudo haber quedado rezagado algún animal volador de origen más reciente como
del tamaño de los extintos Moa de Nueva Zelandia, lo que pudiera haber dado
origen a estos mitos de las aves monstruosas que son compartidos por las etnias
indígenas que viven cerca de los tepuyes.
Aunque hasta el momento no se ha
podido conseguir ni en las cuevas del Autana, ni en las Simas de Sarisariñama o
en las cuevas nuevas del Chimantá alguna cáscara de los huevos u otros restos
de ese pájaro o murciélago maligno que habría tenido dimensión y fuerza
sobrehumanas.
Estos seres espantosos que son conocidos como
Shári por el Alto Río Caura, o como Dimóshi por el Río Erebato y que por el Río
Paragua fue conocido como Maripa-den o Déde, pudiera ser el mismo que ha sido
identificado plenamente como –Muchimuk- durante las reuniones indígenas que se
hicieron recientemente al pie del Chimantá y que al igual que los otros, habría
sido un depredador dueño de la noche y de la vida que fue vencido en la región
del Chimantá por un hombre que se disfrazó de Oso palmero.
Leyenda que en 1961 fue narrada
por los indígenas Macushi que vivían cerca del Guaiquinima-tepui del Río
Paragua, quienes aseguraban que uno de los refugios de este animal fue
descubierto en la escarpa occidental de esa meseta, después de que los
habitantes de uno de los pueblos que había cerca de allí, decidieron preparar a
un señuelo para agarrar aquella misteriosa criatura que no sabían como lucía
porque siempre atacaba en la oscuridad.
Para resolver el misterio decidieron entonces
agarrar a una anciana del pueblo, quien a pesar de que quiso oponerse a que la
emplearan como alimento, la fuerza del grupo pudo más que sus gritos; le ataron
un tizón encendido a una pierna y la dejaron amarrada en la playa durante la
noche. Entonces, cuando aquél enorme depredador nocturno se presentó a buscar
añejada presa y se elevó en la oscuridad, los guerreros pudieron seguir por el
firmamento la ruta de chispas y gritos que rasgaba la noche y tal como
siguiendo a un mapa, pudieron ver cómo aquel ser de la noche se dirigió hasta
su morada cavernaria situada en la pared del Maripa-tepui (Cerro del
murciélago).
Cuando los hombres treparon hasta la cueva
encontraron a este Maripa-den meciéndose en su hamaquita como un murciélago y
lo flecharon. Entonces este Maripa-den salió por la parte de atrás de la
caverna después de despedirse de sus hijos, recomendándoles que dejaran la
costumbre de comerse a los humanos. Maripa-den o Dimoshi volaba muy malherido
pero se remontó y pudo volar hacia el oeste, pasando por encima de un río en el
que defecó, y es por ello que desde entonces a este río se le conoce como
Dede-wata (Erebato).
Tomado del Blog de Charles Brewer-
Carías
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